Cristo Resucitado

La talla de Cristo Resucitado se encargó al escultor Jorge Albareda Agüeras, saliendo por primera vez a la calle el Domingo de Resurrección de 1978. El artista no siguió el modelo tradicional sino que creó una representación totalmente nueva. Según sus propias palabras, quiso plasmar el mismo instante de la Resurrección, cuando el Señor, tras volver a la vida, emerge del sepulcro mientras van cayendo al suelo los lienzos con los que había sido embalsamado. Por ello, trabaja las telas dando la sensación de estar muy pegadas al cuerpo como si estuvieran adheridas por los ungüentos y bálsamos y se fueran desprendiendo.

Nos encontramos en un momento en el que se ha roto con la escultura religiosa tradicional y se está experimentando con nuevas técnicas y materiales. Así, renunció a los habituales enyesados, dorados y policromados y trabajó la madera de manera que quedara prácticamente vista, explotando sus cualidades y texturas. Eligió abedul de Finlandia, madera de gran calidad, dejado visto el golpe de gubia, rebajado con esparto para eliminar desigualdades. El acabado final lo dio mediante óleo muy diluido, huyendo de efectos fuertes de color; de hecho si hubiera sido una talla de altar la habría dejado en el color de lamadera natural pero consideró que para una imagen procesional era más adecuada una suave policromía que no ocultara la veta natural.

El resultado es una impresionante imagen de casi tres metros de altura desde su base, que transmite una mezcla de fuerza y de vida, pero con una gran serenidad. Destaca el magistral efecto conseguido al dejar los pies flotando en el aire. Toda la imagen está sustentada en su parte inferior por las telas que quedan colgando, produciendo una gran sensación ascensional y de ingravidez al contemplarla.