Domingo de Resurrección

Este es un día completamente diferente al resto de la Semana Santa. En la mañana radiante de la Pascua, la luz ha disipado las tinieblas, las dudas han desaparecido, las esperanzas se han convertido en certezas y todo es explosión de júbilo.

El aspecto de la Hermandad cambia en la calle queriendo expresar la gran fiesta que estamos celebrando: caras descubiertas, blancos claveles en las manos de los hermanos, mantillas blancas, campanas que suenan a gloria… Todo sirve para anunciar el mismo mensaje: “ Cristo ha resucitado” y cuando llega a la Plaza del Pilar alrededor del mediodía, mientras suenan jubilosas las campanas, sale entre nubes de incienso a la plaza, Cristo Resucitado, al son de la Marcha Real.

En este momento, las emociones se disparan y el nudo en la garganta de los hermanos les impediría proclamar lo que están sintiendo. Afortunadamente, en Zaragoza hablan tambores, timbales, cornetas y bombos cuando por fin se encuentran Madre e Hijo frente a frente. Tras este emotivo momento, se escucha en la plaza el rezo del Ángelus Pascual: “¡Reina del Cielo alégrate!…”. A continuación, un orador, especialmente invitado, proclama todo el público congregado la gran noticia de la Resurrección del Señor, finalizando con la bendición impartida por uno de nuestros sacerdotes. Y otra vez la jota se hace oración, pero además, no solo cantada, si no de forma singularísima también se baila queriendo transmitir la alegría de todo el pueblo aragonés.

SS. Juan Pablo II ya dijo al visitar nuestra tierra: «Si, como dijo San Agustín quien reza y canta reza dos veces, quien reza, canta y baila, reza tres.»